12 de diciembre de 2010

Parada ahí, invade la adrenalina, una adrenalina distinta, pero lo es. Mis pies caminan seguros sobre el escenario, como abrazando a un viejo amigo, a pesar de que solo se saludan una o dos veces por año. En esos momentos mi alma y mis sentimientos son entregados a mis piernas y brazos, quienes marcan los ritmos de la música y expresan lo que siento sin necesidad de pensar, hablar, ni siquiera mirar.